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viernes, 5 de diciembre de 2008

ABYECCIÓN


IGNACIO URÍA, DESCANSA EN PAZ



Partida de tute diaria. Los jugadores, todos ellos compañeros de juego de Ignacio Uría, acabado de asesinar por ETA en Aizpetia a escasos 200 mts.de esa mesa, siguen con sus cartas en la mano, siguen con su partida diaria, no tienen ni el gesto de levantarse para estar junto al cuerpo de su compañero de partida, tirado aún en el suelo en un charco de sangre.

Esta fotografía lo dice todo. Es el mejor editorial de los últimos tiempos. Es la imagen de la abyección mas absoluta de una parte de la sociedad vasca que se ha sometido voluntariamente a la tiranía de las balas, cuando no es directamente colaboradora del terror.

Mirad esas caras, analizadlas. Es todo un reflejo de la amoralidad que acompaña a esas personas. Miradas indiferentes, frías, en algunos de ellos incluso agresivas. Pero no agresivas hacia asesinos, sino ante el fotógrafo que les está reflejando para la posterioridad e impedir en el futuro el olvido de lo que hicieron o lo que no hicieron en la etapa en que los ciudadanos vascos o gran parte de ellos, se prestaron por activa o pasiva a ayudar a ETA y la abyección que rigieron sus actos.
Señaladlos con el dedo a ellos y a quienes como ellos siguen sentados en sus sillones, callados o indiferentes mientras se asesina con el tiro en la nuca.

La partida continúa y el compañero diario de la misma, yace bajo un charco de sangre en la calle, a 200 mts. de ellos. Escupo sobre esas caras que son el reflejo de una amoralidad, de una cobardía colaboracionista. Escupo sobre esa parte de la sociedad vasca que ha decidido seguir con su partida de cartas mientras los Stalin de turno se enseñorean de una parte de España y somenten a la esclavitud del súbdito- que no del ciudadano-y les obligan a pensar, a votar, a decidir para ellos y sus familias en el presente y en el futuro lo que las balas deciden.

Maldigo esas caras. Maldigo esa partida, maldigo esa parte de la sociedad vasca y les deseo de corazón que en algún momento se vean tan sólos en la calle como han dejado a Ignacio Uría, su compañero de tute, bajo un charco de sangre.

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