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QUE SOMOS LOS PEONES NEGROS

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

MEMORIA HISTÓRICA - V

Como fantasmas del 34-36, se presentan como "progresía"


Son como fantasmas del pasado, pero son de ahora, del presente. Son gentes ancladas indefectiblemente en ese pasado que añoran y por el cual darían la vida si pudieran vivirlo de nuevo.

Vivir un pasado lleno de horror, lleno de odio, de ira, de asesinatos indiscriminados, pero es su pasado, por el que justifican su hoy. No pueden evolucionar, son fantasmas, tienen preservativos mentales ideológicos, son como esos zombies que caminan pensando estar vivos aunque el hedor de pudedumbre a carne corrompida les acompañe en su caminar, como muertos que son.

Les gustaría empuñar las armas y comenzar a asesinar a todo discrepante de sus teorias ideologicas como se hizo en zona Republicana, como hicieron los frente populistas. Les gustaría coger teas ardientes y con ellas, quemar libros, bibliotecas, archivos, todo saber del pasado y del presente que se oponga a su concepción de la vida: la revolución cultural china, arrasar hasta dejar tierra quemada que no pueda ser fértil en años, asentar su ideologias extremista de izquierda sobre montañas de cadáveres si de ese modo pudieran conseguir el sueño dorado: la dictadura del proletariado. Sueño tan muerto y corrompido como ellos mismos son, como zombies que son, con hedor asfixiante, maloliente y que se niegan a reconocerse cómo lo que son: muertos, por muy andantes que vayan por la vida.

Hablo hoy de Almudena Grandes, asesina potencial como ella misma se reconoce en palabras dichas hace año y medio en Sevilla:"que cada mañana "fusilaría" a dos o tres voces que le "sacan de quicio", o lo que es igual, dos o tres voces CADA MAÑANA que no comparten su pensamiento político.

Esta sujeta- naturalmente de izquierda, de IU- ha escrito un artículo ¡¡como no¡¡ en el periódico de cabecera de todo izquierdista que se precie, el diario amarillo por excelencia, el periódico El Pais. Como no deseo cansar demasiado con mi opinión sobre gentuza de esta calaña- como antes de ayer hablé de la "otra" nostálgica del frente populismo, la incendiaria Cristina Almeida- dejo que hablen por mi, otros pensamientos, otras personas y me da alegría ver que entre ellos, los tres son de izquierda. Pero de izquierda de verdad, de la izquierda que ha defendido lo que siempre ha dicho defender. Distantes de las Cristinas Almeidas y las Almudenas Grandes y las Bardenes, como pueden estarlo Orion del Sol.

Por cierto y antes de terminar. Ni a Cristina Almeida ni a la tal Almudena Grandes ni a gentes similares, se les ha ocurrido pensar que con quien fuego o balas juega, con fuego o balas pueden resultar quemados o muertos. No puede olvidarse que somos muchos los que SI SABEMOS QUÉ HICISTEIS EN EL PASADO y la auto defensa está recogida como legítima en el Código Penal.

¿Chistes viejos?
ANTONIO MUÑOZ MOLINA 25/11/2008

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En su artículo del 24 de noviembre, Almudena Grandes hace lo que tal vez intente ser una broma acerca de una monja en el Madrid del comienzo de la Guerra Civil: "¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una pandilla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos?". ¿Estamos ante la repetición del viejo y querido chiste español sobre el disfrute de las monjas violadas? No hace falta imaginar lo que sintieron, en los meses atroces del principio de la guerra, millares de personas al caer en manos de pandillas de milicianos, armados y casi siempre jóvenes, aunque tal vez no siempre sudorosos.

Basta consultar a historiadores fuera de toda sospecha o -ya que nos preocupa tanto la recuperación de la memoria- recuperar el testimonio de republicanos y socialistas sin tacha que vieron con horror los crímenes que se estaban cometiendo en Madrid al amparo del colapso de la legalidad provocado por el levantamiento militar.

Ni a Manuel Azaña, ni a Indalecio Prieto, ni a Arturo Barea, ni a Julián Zugazagoitia les costó nada imaginar la tragedia de tantas personas asesinadas por esas pandillas no siempre incontroladas que preferían mostrar su coraje sembrando el terror en Madrid en vez de combatiendo al enemigo en la sierra. Casi todos ellos hicieron lo poco que podían por salvar a inocentes: a Juan Negrín no le fue nada fácil evitar que asesinaran a su propio hermano fraile. Y todos ellos sabían el daño que esos crímenes estaban haciendo internacionalmente a la justa causa de un régimen legítimo asaltado por una sublevación sanguinaria e inicua.

Almudena Grandes habla de exiliarse a México: cuando leemos artículos como el suyo y como tantos otros que por un lado o por otro parecen empeñados en revivir las peores intransigencias de otros tiempos, algunas personas nos sentimos cada vez más extrañas en nuestro propio país.


Punto crítico
Almudena Grandes, otra Bardem
Raúl Tristán

La escritora Almudena Grandes demuestra ser otra de esas almas rencorosas, atormentadas por la desaparición de un negro pasado que pretenden volver a instaurar para mayor gloria de sus odios.(Afirmó en Sevilla que cada mañana "fusilaría" a dos o tres voces que le "sacan de quicio", ya que "estamos en un país en el que la derecha española recuerda más a la de la II República que a la del franquismo", donde se vuelve a reclamar el derecho a gobernar "por gracia divina").

Se une así a la caterva de "bardenes" y Cía., que piensan que "toda República pasada fue mejor", cuando los que, desde nuestro republicanismo, condenamos el golpe de estado del 36 y los fatídicos 39 años de dictadura posteriores, somos conscientes de que la verdad, no es la que proclaman estos "rojos de pandereta y farándula", que tanto gustan de los placeres y bondades burguesas. Al menos, estos inteleprogres no podrán tildarme de fascista, declarándome republicano, de laicidad confesa, y condenador convencido del golpe del 36 y del franquismo. Y liberal. ¿Qué responderán, entonces, si les pregunto qué les parecía la II República?, ¿un dechado de virtudes? No nos engañemos. La II República sumió, desde el 34, si no antes, a la nación entera en una crisis de la cual se hacía imposible salir: el PSOE de Largo Caballero ("el Lenin español"), se hallaba tan radicalizado como el Partido Radical de Lerroux y su reaccionarismo. Si a ello sumamos la deriva hacia una extrema derecha representada por Gil Robles (CEDA) o Calvo Sotelo (Bloque Nacional), y una extrema izquierda, que se hacía patente en la división interna de las izquierdas: Besteiro contra Largo, tensiones entre CNT, BOC, UGT, PCE, Alianza Obrera... Planificación de "golpes de Estado" por la izquierda, o eufemísticamente "movimiento revolucionario", tenemos una situación que ya en el 34 se hace insostenible.

Ni derechas ni izquierdas supieron ni quisieron sacar adelante una República madura y con sentido común. Prefirieron enzarzarse en disputas, revoluciones y levantamientos, hasta que lograron su objetivo final: enfrentar a los españoles en las calles, en los pueblos y en las trincheras, como se enfrentaban los políticos de marras en el Parlamento. Unos políticos incompetentes que abocaron al país al enfrentamiento armado.

Y ahora, la señora Grandes escupe odio por su boca, rencor y basura como la que nuestro Presidente del Gobierno inocula en cada español con inquina. Con asesinos en potencia semejantes, ¿qué se puede esperar de la "progresía desilustrada" que nos apabulla y avasalla con sus sandeces, censuras, intervencionismo, amenazas veladas y subvenciones y apoyo a los amigotes? Hala, señora Grandes, que a lo mejor le dan el año que viene, como a la Bardem éste, el Premio de los Derechos Humanos del Ayto. de San Sebastián. ¡Manda... con la progresía intelectualoide!

P.S.:¿dónde está toda esa progresía pacifista ahora, tras unas declaraciones fascistoides, asesinas, criminales, que merecen el mayor de los desprecios y condenas?, ¿dónde las pancartas, las manifestaciones de repulsa? ¿dónde se esconde el talante? Cada mañana fusilaría a dos o tres voces que me sacan de quicio... parece que dijo la demócrata. ¡Qué barbaridad, qué obscenidad, qué atentado contra la razón! Una muestra más de lo que son: intolerantes y dictadores.


Milicianos progresistas

HERMANN TERTSCH
Martes, 25-11-08

¿IMAGINAN el goce que sentiría (la monja -santa para los católicos- Maravillas) al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmmmm!- sudorosos? Eso es lo que se pregunta, textualmente, una escritora del régimen en la contraportada de un periódico que aún se pretende homologable a los productos civilizados de la prensa europea.

No hace setenta años. Fue ayer. Y esa contraportada la leyeron antes de ser publicada los responsables de ese diario. Y no les pareció mal. Tampoco se molestaron cuando la misma autora dijo que todas las mañanas desayunaba con ganas de fusilar a algunos que escriben en otros periódicos. Ni les pareció mal que el historiador irlandés de la zeja, Ian Gibson, confesara su íntima obsesión por poner una bomba en la basílica del Valle de los Caídos. Queda elegantísimo eso de manifestar que se levanta uno con ganas de quemar la iglesia de Los Jerónimos. Y después, un par de fotografías con las momias de las tumbas profanadas y los cristos mutilados al hombro. Fotos para un buen recuerdo. Mejores que la de Carod Rovira y Maragall en Jerusalén con la corona de espinos, que es una foto acomplejada y maricona. Gibson no parará hasta posar con la calavera -supuesta- de García Lorca.

Lo destacable en esta inmundicia es que hemos cruzado ya el Rubicón. A nadie escandaliza que un periódico en España que se dice digno y de calidad publique en su contraportada, desde luego como divertimento, una apología de la violación de una monja, santa o no. Esto el día antes de la muy solemne «jornada internacional contra la violencia de las mujeres», a la que dedican ya páginas y que aprovechan las amigas de la patrona de los milicianos violadores para clamar que todas las chicas son buenas y los maltratadores unos mierdas de derechas. Porque los milicianos que violan a una monja son unos progresistas magníficos que todos debiéramos sentar a nuestra mesa.

Tampoco le ha escandalizado a esta prensa la chica castiza Almeida cuando se ha mostrado partidaria de quemar, no ya el Corte Inglés, que es un buen anunciante, sino los libros que expone y vende y que a ella no le gustan. Tan antifascistas ellos que algunas hoguerillas de letra impresa les parecen mejor que otras.
Pero volvamos a la monja y santa Maravillas. Ha sido imposible poner una placa en honor de esta mujer en el Congreso de los Diputados. Realmente no creo que la necesite, ni ella ni quienes en ella creen. Y habría soliviantado a los socialistas sensibles. Pero volvamos a nuestro país. Al país. Que ayer se hace muy seriamente desde una tribuna privilegiada la siguiente pregunta: ¿Imaginan lo que disfrutaría esa monja si la violara todo un pelotón de aguerridos soldados de nuestra república democrática impecable e impoluta? ¿Se dan Ustedes cuenta qué juerga, para nosotros y para los demás? Todos ellos sudorosos -¡mmmmmmm!- y estupendos luchadores a favor de la democracia y la libertad de todos los seres humanos.
Aquellos hombretones fraternales de la izquierda progresista sólo violaban para hacer favores, nos dice Almudena. Una santa laica más del país que parece añorar que se repita.

Bien. Ahí tienen tres opiniones de tres personas de izquierda y los tres, con el bagaje intelectual suficiente como para no tener que dar explicaciones de quienes se tratan. Por mi parte ya he dado mi opinión. Si mas comentarios...por hoy.

Pasemos ahora al vídeo del día correspondiente a la Memoria Histórica. Como siempre, no es sólo interesante, es de imprescindible visión.





martes, 25 de noviembre de 2008

MEMORIA HISTÓRICA IV

Hoy voy a comenzar mi repaso de memoria histórica con hechos históricos mucho mas recientes, pero no por ello menos clarificativos por semejanzas de políticos del PSOE del los años 35-36 y los no tan antiguos de la actualidad.

¿Semejanzas? Muchas. Como es natural los hechos diferentes y circunstancias diferentes. Pero les une algo que jamás han abandonado ni abandanorán: su absoluta amoralidad cuando se trata de la mentira como forma de hacer política.



En cualquier país medianamente democrático, políticos como los actuales en el gobierno y pasados gobiernos con Felipe González, no sólo no hubieran sido expulsados de la vida política por los votos, sino que estarían sentados en el banquillo de acusados por prevaricación sino por delitos mas graves.


Pero España- ya se sabe- es diferente. Aquí ocurra lo que ocurra nunca pasa nada...si es la izquierda quien lo hace. Y así nos va. Y nos fue. Paro, corrupción generalizada, falta de libertades cada vez mas ostensibles, deriva hacia el totalitarismo- versus zonas nacionalistas- persecución a medios de prensa. En fin, todo un elenco de "cualidades" en la vida política.



Por la importancia que en su día obtuvo el secuestro y tortura de Marey por miembros del GAL, grupo terrorista organizado desde el poder político de la época de Felipe González, os dejo este editorial con la ÚNICA FOTOGRAFÍA obtenida por un fotógrafo del diario El Mundo, fotografía que precisamente se intentó evitar por todos los medios para que no quedara constancia en el futuro de un Felipe González pasando por el pasillo del Tribunal Supremo, para testificar sobre el tema Marey.

Os dejo la fotografía- insisto, la única que existe- y el artículo, para continuar como siempre, con vídeos interesantísimos relacionados- ahora sí- con la memoria histórica de los años de la Guerra Civil.

Tanto la memoria histórica mas reciente, como las mas antigua, tienen un interés indudable. Os animo a leerlas y verlas. Incluso los mas cerriles adictos al PSOE, si le dan una oportunidad a su inteligencia fuera del "rebaño" al que pertenecen ideológicamente, pueden aprender algo importante: Ser libres por fin.




González ante el Supremo: la imagen del estigma

Es una imagen para la Historia. La fotografía de Felipe González transitando por el pasillo de la sala del Tribunal Supremo en la que se juzga el caso Marey, mirando al suelo para no cruzar su mirada con la de los policías procesados, es el retrato de toda una época.

Acudió al final sólo como testigo, sí, pero valió la pena. Da igual que se limitara a repetir lo de siempre, en la vieja línea del «No hay pruebas ni las habrá». Esta vez hubo de hacerlo tras haber prometido ante la más alta instancia judicial española que diría la verdad. Esa promesa, ilustrada con esa fotografía, lo perseguirá por siempre en los libros de la Historia. Tanto más cuanto más tiempo pase, porque las generaciones venideras -ajenas a las servidumbres políticas y mediáticas actuales- no tendrán duda alguna sobre hasta dónde alcanzan las responsabilidades que se derivan de la gestación de los GAL y de sus actos criminales.


Algunos magistrados solícitos quisieron librar a Felipe González del estigma que, según ellos, habría implicado citarlo como imputado en esta causa. No lo han conseguido: ahí tienen la fotografía del estigma.


Por lo demás, el ex presidente del Gobierno demostró una vez más su habilidad en el manejo de afirmaciones de apariencia rotunda y de contenido huero, destinadas a encubrir su firme deseo de no decir nada. Se evidenció tan enérgico a la hora de hacer pronunciamientos genéricos como impreciso a la hora de recordar los hechos. Con todo el aplomo del que es capaz -y reconozcámosle que es capaz de mucho-, González declaró ayer ante el tribunal que juzga el caso Marey que él nunca supo que Amedo y Domínguez cobraran del Ministerio del Interior -aunque haya testimonios que revelan que Juan Alberto Belloch le pidió autorización para dejar de pagarles-.

Tampoco recuerda haber sabido en su día que hubiera una orden internacional de detención contra José Amedo. Le preguntaron si es cierto que habló con Garaikoetxea, por entonces lehendakari del Gobierno vasco, sobre la posibilidad de hacer la guerra sucia a ETA, según afirma éste. Tampoco se acuerda. Le preguntaron si es verdad que le dijo al periodista José Luis Martín Prieto, antes incluso de llegar a la Presidencia del Gobierno, que podía ser buena idea «empezar a atacar a los etarras en Francia», aplicando las técnicas de los escuadrones de la muerte, tan caros a su amigo venezolano Carlos Andrés Pérez. Contestó que es posible que tuviera esa conversación, pero que no la recuerda y que, en todo caso, él siempre ha sido partidario de combatir el terrorismo desde la legalidad. No explicó cómo se las ingeniaba para simultanear la defensa de la guerra sucia y la de la legalidad.


A veces su memoria mejoraba súbitamente. Mostró tenerla, y muy precisa, cuando le evocaron el intento de secuestro del etarra Larretxea Goñi, antecedente inmediato del secuestro de Segundo Marey. En ese punto recordó perfectamente -lo que son las cosas- que Barrionuevo no le informó previamente de esa operación. Y es que él tiene un cariño infinito a Pepe Barrionuevo, pero ha de prever la posibilidad de que resulte condenado. Y quiere cuidarse de salir salpicado. Por eso insistió en que su ministro gozaba de una gran «autonomía de decisión». No da puntada sin hilo.


Siempre dentro de su línea de insinuar sin afirmar, aludió al hecho de que su Gobierno «remató» el plan de la UCD para la reinserción de los miembros de ETA político-militar. Señaló que habría sido un error que su Gobierno hubiera rescatado del olvido los delitos de esos etarras diez años después. Era evidente que trataba de hacer un paralelismo con los GAL y, de paso, reprochar al Gobierno de Aznar que no haya ayudado al archivo de esta causa. Se olvidó de que nadie ha sacado del desván los crímenes de los GAL. Han estado presentes permanentemente. Ya en 1987, Diario 16, aportó las primeras revelaciones sobre la trama. Y casi recién aparecido EL MUNDO, en 1989, este periódico puso a la Justicia en la pista del agente Francisco Paesa, dato que sería decisivo para establecer la conexión entre los GAL y la cúpula del Ministerio del Interior. Si se ha tardado tanto en empezar a juzgar las andanzas de los GAL es, pura y exclusivamente, porque él y sus servidores no han dejado durante todo este tiempo de dificultar la investigación de los hechos.


Insiste en que no se enteró de nada. Si los GAL se hubieran limitado a secuestrar a Marey, resultaría improbable, pero no imposible. Ocurre que actuaron a lo largo de tres años y mataron a 28 personas. Tuvo que enterarse. No era tan incompetente.

Y ahora, como siempre, os dejo vídeos sobre la memoria histórica, historia que no sólo quieren falsear desde la izquierda para "lavarse" en su imagen de lo que hicieron y son. Lavatorio que quieran o no, les va a resultar imposible.
Demasiados asesinatos, demasiados muertos, demasiada gente que sabe "Que hicieron y qué hacen".


lunes, 24 de noviembre de 2008

MEMORIA HISTORICA III

Siguiendo con la memoria histórica, hoy voy a dejar una entrevista a dos personas conocidas, provinientes de la izquierda radical y de las pocas que han sido capaces de hacer una autocrítica de su ideología, de lo que les habían contado y de lo que con el paso del tiempo, vieron y vivieron en primera persona.

Estas dos personas, junto a una decena mas, todos provenientes de esa izquierda, han escrito un libro que está siendo best seller en estos momentos. El libro se llama "Por qué dejé de ser de izquierdas" y en él, por bocas de sus diferentes testimonios, van desgranando los motivos que en principio les llevó a abrazar esa ideología para mas tarde, abandonarla como alma que lleva el diablo.

No quiero extenderme demasiado. Voy a dejar aqui un artículo de Cristina Losada donde, como es natural, describe mucho mejor de lo que pueda hacerlo yo, lo dicho mas arriba.
¿No queréis memoria histórica? Yo tambien. Y ahora es tarde para dar marcha atrás como dice Zapatero. Él ha levantado la caja de Pandora. Que él asuma la responsabilidad que la historia pueda pasarle por haber conseguido que media España esté enfrentada a la otra media, cuando desde hacía 30 años todos- unos y otros- intentábamos pasar página, perdonar y olvidar.

Yo ahora no perdono. Zapatero lo ha conseguido. El fantasma de mi abuelo asesinado por el grave delito de ser creyente católico, exclusivamente por ese terrible motivo, ha vuelto a mi vida y deseo que se haga Justicia con él y sus asesinos paguen sus culpas o al menos, que pidan perdón. Mi abuelo, Zapatero, fue sacado a las 5 de la madrugada de su casa, maniatado y a culetazos en todo su cuerpo, maltratado y vejado, fue subido a un camión junto a decenas mas y llevado a Jaén, al llamado "tren de la muerte". Ese "tren de la muerte" fue la tumba ambulante para centenares de personas sacadas de sus casas en circunstancias iguales o parecidas de sus casa y sin Juicio ni garantías legales de ningún tipo, fueron asesinados por milicianos frente populistas, uno a uno. Cuando el tren llegó a Madrid, ese tren era un cementerio. Y sólo hablo de mi abuelo. Podría hablar de la mitad de mi familia masacrada en circunstancias similares.

Enviado por opinando en 2008-20-10 23:34

Por qué mis amigos no quieren revisar sus ideas sobre la guerra civil
Por Cristina Losada

Cuando leí los primeros libros de Pío Moa sobre la II República y la guerra civil, a las ideas que yo tenía acerca de ambas les pasó lo que a esas momias que llevan milenios en una tumba herméticamente cerrada: se hicieron polvo en cuanto recibieron aire fresco. Impresionada por ello, empecé a correr la voz entre amigos y conocidos que sabía que guardaban momias parecidas en sus armarios. Lo que me encontré casi me impresionó más: una resistencia total a contrastar sus ideas con otras que las impugnaban. Y eso a pesar de que éstas provenían de alguien que por haber sido de la familia y haberse destacado en la glorificada lucha antifranquista, debía de tener a sus ojos, como los había tenido a los míos, un plus de credibilidad. Pues ni por esas. No es que no quisieran desprenderse de sus benditas reliquias, cosa comprensible y que no debe hacerse a la ligera; es que no querían ni echarles un nuevo vistazo.
Sus ideas sobre la guerra las guardaban, como frágiles restos arqueológicos, bajo un blindaje intelectual y emocional que mis someros resúmenes de las tesis de Moa y los artículos de éste que les enviaba a modo de cebo, no lograban traspasar. La mayoría respondió con el silencio. ¿No conseguía despertar su interés o no tenían ningún interés? Claro que el silencio casi era preferible a algunas reacciones. Las típicamente sectarias, como: “Este señor (por Moa) debe ser de extrema derecha”; es decir, la identificación del disidente con el enemigo, de pura cepa estaliniana. La falsa neutralidad: “No quiero entrar en polémicas”, para recomendarme acto seguido “Soldados de Salamina” como modelo de aproximación ecuánime a la guerra. Y la frívola descalificación: “Está loco”, lanzada por quien no había leído nada del así diagnosticado, pero había oído campanas.
Cuando las campanas fueron campanazo, cuando el diario El País, velando siempre por el bienestar de su feligresía, puso las obras de Moa en su Índice de lecturas no recomendadas, la frase fue: “Está muy desacreditado”. Por entonces aún pensaba yo que en la izquierda, salvo en las fortalezas partidarias y en los reductos estalinistas, el sentido crítico no se cultivaba sólo de boquilla y se intentaba mirar el derecho y el revés de las cosas. Pero ahí estaban unas personas que creían poseer aquel sentido en grado sumo, resistiéndose a la crítica y renunciando a hacerse una opinión personal sobre un asunto importante para ellas. Como lamelibranquios en apuros, echaban el cierre y allá vinieran olas y mareas que les daba igual; ya se encargarían otros de filtrar todo aquello y de demostrar que era basura, como barruntaban.


Y así fue, pues en cuanto a Moa lo entrevistaron en televisión y el PSOE e Izquierda Unida tuvieron la ocurrencia de quejarse, los guardamentes de la familia, tal vez aguijoneados por la espectacular acogida del público a Los mitos de la guerra civil [1], rompieron el silencio con el que habían fulminado hasta entonces las obras del historiador.
Habló el oráculo por la pluma de Javier Tusell, y ya mis conocidos y amigos supieron lo que debían pensar: los “historiadores serios” habían llegado en su día a un consenso sobre la República y la guerra civil, y aquel iconoclasta de Moa había osado perturbarlo cuando además no formaba parte de la curia académica, cuando no era, ¡horror!, sino un amateur[2].Es decir, que mis amigos aceptaban un juicio, exabrupto clasista incluido, según el cual, los hechos históricos admiten interpretaciones hasta que se llega a un consenso, y luego se cierra la ventanilla.
Era la negación misma del espíritu crítico y del proceso del conocimiento. En la historiografía y en todo lo demás. Con la mentalidad de un Tusell, y de los que luego abundaron en su criterio, el hombre posiblemente no hubiera llegado al Paleolítico. Pero mis conocidos se embaularon aquel reaccionario dictamen, que les permitía seguir refugiados en su caparazón. Caí entonces en la cuenta de que hasta en los más heterodoxos pastos de la izquierda la proclamada voluntad crítica y autocrítica no pasaba de huera retórica, y que esa retórica cumplía una curiosa función: la de reforzar la inmunidad frente al virus de la crítica. Y aquellas defensas se activaban para proteger una idea de la guerra civil, la cual, sesenta y muchos años después de su estallido y al cabo de veintitantos de democracia, debía considerarse como un episodio histórico más, sujeto a investigaciones e interpretaciones cuya calidad tendría que juzgarse por su concordancia con los hechos y su capacidad para explicarlos, y no porque reconfortaran y satisficieran emocionalmente o corroboraran las inclinaciones políticas de cada cual.

Aquella reacción visceral no podía atribuirse a que sus familias hubieran sufrido la represión del bando franquista, pues muy pocos había en ese caso. Su reacción nacía de otros manantiales, aunque conducía al mismo estanque en el que nadaban, más comprensiblemente, los que habían sufrido heridas: el de un pasado mítico, un pasado que no se permite que quede atrás, que se quiere siempre presente. Un pasado que al no aceptar que sea historia, de vocación objetiva, y perpetuarlo como memoria, de raíz subjetiva, no era lícito revisar. Pero ¿qué pescaban en aquellas aguas inmóviles? Algo debían de sacar de allí, que era importante. No se aferra uno a una idea del pasado si ésta no tiene trascendencia para el presente. ¿A qué venía si no, tanta resistencia? ¿Por qué era intocable aquella versión que daban por cierta? ¿Era que la duda, roedor incómodo e insaciable, podía acabar no sólo con esa creencia, sino también con otras, tal vez con las vigas maestras y con la casa entera?


La narración narcisista

Los que hemos pertenecido a la familia sabemos por experiencia que la guerra civil es la gran epopeya de la izquierda española. Tal como ha querido contársela y contarla, es la “narración narcisista”[3] con la que la izquierda ha construido su imagen. La identidad de pueblos y grupos, y de los individuos que se consideran parte de ellos, se nutre de esos cuentos del pasado, que son de enorme resistencia al cambio y a la verdad histórica. No es conveniente ni agradable dejar de ser el “bueno” de la historia. Y aún lo es menos que otro deje de ser el “malo”, lo que significa perder el papel de “víctima”. Así que suele negarse cuanto contradiga esas narraciones, y se procura vestirlas con los hábitos de la Historia, para lo cual nunca faltan voluntarios y mercenarios.

La versión de la guerra civil que maneja la izquierda es de un narcisismo esplendoroso. Si, como dice, el conflicto fue provocado por una derecha fascista ante la amenaza que el régimen republicano suponía para los privilegios de la oligarquía, ella queda limpia de polvo y paja y todo el peso de la culpa recae sobre el otro bando. Esta cómoda postura, útil pero nefasta para una futura convivencia, se adoptó a pesar de que algunos dirigentes de la II República reconocieron, vista la debacle, que tenían por lo menos parte de responsabilidad en lo ocurrido. Pero esa vía se taponó enseguida y hasta se arrinconó y despreció a aquellos “republicanos” cuyo testimonio emborronaba la imagen idílica que se quería dar de la República y del Frente Popular.Al presentar la guerra como un enfrentamiento entre el fascismo y la democracia, el drama se reduce a un guión de buenos y malos, y en él la izquierda se reserva naturalmente el mejor papel, el de héroe de la luz y víctima de las tinieblas, representadas éstas por una derecha nacida en las cavernas de la España negra. Ese cliché no es más que un destilado de la propaganda que hizo de sí misma la II República y de la que pergeñaron los comunistas para el Frente Popular[4].
Sólo por eso debería sospecharse que se halla tan cerca o tan lejos de la verdad como la propaganda del bando franquista. Sin embargo, en el extranjero, donde prendió con facilidad en gran medida porque el mensaje entroncaba con una visión tradicional que se tenía de España en Europa[5], sigue siendo “la verdad” para el grueso de la opinión. Y aquí se ha transmitido y difundido tanto que hasta quienes bajo el franquismo considerábamos la guerra como un episodio revolucionario, desgraciadamente fracasado, terminamos por hacer nuestra esa versión light[6].Y es que esta “narración narcisista” le ofrece al consumidor de izquierdas una mercancía irresistible: un abono para uno de sus mitos básicos, el de su superioridad moral. Y esa superioridad, que queda patente si defendió al “gobierno elegido por el pueblo” frente al fascismo, es mucho más discutible si potenciaba una situación revolucionaria y se proponía eliminar al “enemigo de clase”.

La legitimidad de la izquierda gana puntos con la primera versión y los pierde si resulta que, como muestran Moa y otros autores, es más cierta la segunda. Los comunistas de la época explotaron a fondo el valor propagandístico del cliché y continuaron haciéndolo bajo el franquismo. Pero le presta servicios a toda la izquierda. El esquema lleva en su reverso un retrato del “otro” como destructor de la democracia, y es por tanto una buena carta para guardarse en la manga. Su valor debe ser alto, pues hay toda una cohorte de historiadores e intelectuales dedicados a conservarla en perfecto estado, haciendo incluso como que la limpian de mitos y falacias[7].

Merced a esta engañifa, la izquierda cubre sus raíces antidemocráticas y quita las manchas que ha dejado en su currículo la represión ejercida por el bando frentepopulista. La bondad de los fines –la democracia-, así como la maldad, en los fines y en los medios, del bando opuesto –el fascismo-, disculpan los desmanes.
Se produce así una asimetría peculiar: las salvajadas de la izquierda se presentan como casos particulares, atribuibles a pequeños grupos y a individuos, y nacidos de la justa “ira del pueblo”; las de la derecha se consideran la marca de la casa, y la responsabilidad se transfiere a todo el grupo, a una derecha de incorregible naturaleza represiva y brutal. La versión light de la guerra, que es la que ha acabado por ser La Versión, y lo seguirá siendo si los libros de Moa, César Vidal y otros no lo remedian, da, pues, frutos muy dulces para la familia de la izquierda, y esos son los que pescan mis amigos y conocidos en el estanque del pasado mítico. Pero si no dejan de acudir allí es porque no disponen de otras aguas mejores ni más productivas. Porque la izquierda española no ha querido construir su identidad y fundar su legitimidad sobre cimientos distintos a los que proporciona ese pasado falso.

Claro que, ¿hubiera podido? Compensar una frustración para los de izquierdas “de toda la vida”, los trece años y pico de gobierno socialista han sido un trauma difícil de manejar. La llegada de los socialistas al poder fue la llegada de la Izquierda al poder, el sueño hecho realidad que despertó en ellos, y en otros muchos, una euforia y unas expectativas grandiosas. La caída desde aquellas alturas a la realidad del felipismo, con su traición a las grandes promesas, su reguero de ineptitud y corrupción, su actitud antidemocrática, su asalto al Estado de Derecho, su recurso al delito y al crimen, era tan brutal que mucha gente se quedó en Babia, incapaz de asimilar lo que estaba pasando. ¡Todas aquellas fechorías se estaban haciendo en nombre de la Izquierda!El comportamiento de los socialistas en el gobierno generó confusión y desarraigo en la familia. La imagen y la identidad de la izquierda española zozobraban; por el medio, la caída del muro de Berlín y la constatación a plena luz del fracaso del socialismo, sumían al grueso de la Izquierda en su peor crisis de identidad.

Pero estas experiencias no condujeron al colectivo a ningún autoexamen relevante. Unos pocos individuos lo hicieron, mientras que otros, la mayoría, capearon el temporal como pudieron y en cuanto pasó, salieron del escondrijo con un gran deseo de olvidar lo ocurrido.La recuperación de la “narración narcisista” de la guerra civil, con su secuela sobre los crímenes del franquismo, los propulsa hacia atrás, al “antes de”, al momento en el cual las cosas estaban claras y los valores de la izquierda aún brillaban impolutos. En lugar de reflexionar sobre la experiencia más reciente, se salta sobre ello y se regresa al pasado lejano. La llamada recuperación de la “memoria histórica” es el regreso a los momentos estelares de la Izquierda y a los tenebrosos de la Derecha Es una huida hacia atrás que sirve finalmente para huir hacia adelante.

Algunos de los valores que la izquierda española se atribuye, y que han sufrido desperfectos, mejoran al pasar por ese túnel del tiempo. ¿Qué el felipismo dejó en entredicho la superioridad moral de la izquierda y la solidez de sus convicciones democráticas, de las que tanto había presumido y presume? Pues ahí están la guerra civil y el franquismo en los remakes de Paul Preston y sus discípulos, para reparar los daños y subirle la moral y la fe al creyente atribulado.

Ya no puede decirse que la izquierda tenga, como siempre se ha jactado de tener, la exclusiva del progreso y la modernidad: España se ha modernizado tanto bajo el PSOE como bajo el PP; es más, con la izquierda el país se sumió en una grave crisis económica, que se remontó exitosamente con la derecha. Pero la idea de que ésta puede gobernar eficazmente es indigerible para quienes se han criado en el dogma de la absoluta incapacidad, ineptitud e incompetencia del “otro”[8]. Regresar a la II República, que se publicitaba a sí misma como introductora de la civilización en España, rescata esa imagen de la izquierda –que considera a la República como propiedad suya- como poseedora de la llave del Progreso. El drama de la izquierda española es que ha continuado ofreciendo como valores exclusivamente suyos aquellos que ella misma ha pisoteado y que la realidad se ha encargado de desmentir. Y en lugar de renovarse o refundarse, se ha refugiado en la negación y se ha contentado con operaciones de maquillaje. Vuelve a las viejas raíces de su identidad porque las más recientes están podridas y porque ha sido incapaz de dar una imagen que no sea en negativo: que no se defina primordialmente por oposición al “otro”. Volver al pasado heroico ayuda a mis amigos y conocidos a compensar la frustración creada por tantas traiciones, fracasos y naufragios. Es una terapia excelente.

En el mismo tour regresan al año cero de la Transición, un proceso que también los dejó frustrados porque no sentó al franquismo en el banquillo, y redescubren que tuvo “errores”, la “amnesia” entre ellos. La tara fundamental de la joven democracia española no son entonces los desastres que resultaron de la apropiación patrimonial del Estado por el felipismo, sino la pervivencia de residuos del franquismo. Se desplaza la atención de los defectos que trajo consigo el antifranquismo a los que trajeron los franquistas y perpetúan sus sucesores “naturales”. Y a todo esto, no se preguntan como es que la izquierda, a lo largo de sus trece años y pico en el gobierno, no enmendó los errores ni erradicó los defectos, no compensó como es debido a las víctimas, no recordó más a los exiliados, no excavó todas las fosas y no buscó a los “desaparecidos”. La memoria es selectiva. El miedo y la pereza ¿Qué pasaría si estas personas de las que hablo aceptaran que sus ideas sobre la guerra civil estaban equivocadas? Si esas ideas no fueran aún tan importantes para la imagen y la autoestima de la izquierda y de ellos mismos, no pasaría nada. Podrían seguir siendo de izquierdas y reconocer que la República y la guerra no fueron como se las contaron. De paso, entenderían por qué el régimen franquista duró lo que duró y tuvo el apoyo social que tuvo.

Pero cuando se descubre que uno estaba no sólo equivocado sino engañado, y que la gran epopeya es, en realidad, la gran mentira, entonces puede pasar mucho. Uno puede empezar a preguntarse por qué la tribu persiste en la mentira y acabar preguntándose si no hay en ella una inclinación irresistible a la falsedad, una “inveterada deshonestidad en las relaciones con lo verdadero,” como dice Revel, “secuela de la educación totalitaria del pensamiento”[9].

Uno tendrá, con seguridad, desavenencias y discusiones amargas, en las que será arrojado más de una vez al basurero de la derecha cuando no al lodazal fascista; se convertirá “objetivamente” en enemigo. La familia de la izquierda, que se cree moral e intelectualmente superior a todas las demás, reserva para el que se sale del redil los dardos más venenosos. Y sus miembros lo saben. Por ello, entendería que mis amigos y conocidos tuvieran miedo a discrepar en una familia tan ferozmente sectaria y miedo a una soledad ignominiosa con el sambenito de “se ha vuelto de derechas” colgado del cuello.

No obstante, pienso que si llegaran a convencerse de la falsedad de sus ideas sobre la guerra civil, su sentido ético les haría sobrellevar esos temores. Pero el caso es que no las van a remirar siquiera. La mayoría, no. Para que se pusieran a ello tendrían que curarse de un mal común en la familia: la pereza intelectual. La izquierda es tan autocomplaciente, su autoestima alcanza tales cotas, que perteneciendo a ella uno se acostumbra a no esforzarse demasiado. Hacerse de izquierdas es como sacar plaza fija en el templo de La Verdad. Basta con “ser de” para sentirse bendecido e iluminado para siempre. Y no hay que salir nunca al exterior. La verdad no está jamás “allí fuera” sino siempre “aquí dentro”.

El silencio de mis amigos ante las tesis de Moa obedecía a ese mecanismo. No despertaban su interés porque no había ningún interés. En el lugar donde debía estar en ellos el interés había un agujero negro que, como los que se detectan en el cosmos, era resultado de una concentración tremenda de materia. La Verdad ocupa mucho, lo ocupa todo; estar convencido de poseerla crea un lleno total. Es ese lleno lo que les hace enorgullecerse de no haber cambiado “de cabeza” en treinta años, lo que les quita el apetito y les lleva a colgar el cartel de completo a la entrada de la mente. El lleno produce el gran vacío: el desinterés, la ausencia de curiosidad. Así que los campeones retóricos de la desmistificación no quieren desenmascarar sus propias falsificaciones. Resulta demasiado costoso en todos los sentidos. Es probable que de hacerlo se quedaran sin techumbre, y hasta sin cimientos.

Y mis amigos, algunos ya ex amigos, no están para esas aventuras; prefieren envejecer en la tribu, apechugar con sus tropelías y justificar sus fracasos. Se han resignado al fracaso, han hecho de él una ética y una estética que borra todos los errores, como un quitamanchas. Y prefieren vivir abrazados a la mentira, agarrados a ella como a un salvavidas, aunque los mantenga a flote en un mar muerto. Bueno, allá ellos, puede decirse. Pero a ese allá ellos debe añadírsele un “allá nosotros”, pues la mentira sobre la guerra civil que contribuyen a alimentar y a transmitir, echa su aliento destructivo sobre el presente. De ese pasado falso siguen bebiendo la política y el talante de la izquierda. El afán de deslegitimar a la derecha, como si sólo la izquierda tuviera títulos para gobernar, y el recurso a “la calle” como verdadera voz del pueblo frente al parlamento, introducen anormalidades en la democracia española, que ya se dieron con nefastas consecuencias durante la II República.

El desentierro de parte de los muertos, presentándolos como únicas víctimas, la tendencia a resucitar la división en bandos irreductibles, todo eso, en fin, que forma parte hoy de la estrategia de la izquierda es material potencialmente explosivo. Mientras la izquierda no acepte con todas las consecuencias la coexistencia y la alternancia, y el gobierno de la mayoría cuando no sea el suyo, tendremos una democracia con pocos demócratas, del mismo modo que tuvimos una república con pocos republicanos[10]. Y esto es aún más peligroso cuando se afronta el desafío del nacionalismo totalitario.

Bien, ahí está la opinión de una persona de izquierdas "de toda la vida". Por mi parte, no sigo comentando mas.
Como siempre, os dejo dos vídeos. Uno es sobre hechos del Frente Popular, asesinos profesionales y vocacionales, el otro es la entrevista que se le ha hecho recientemente a Cristina Losada y otro personaje de "izquierda de toda la vida". Os animo a verlos. Quizás, solamente quizás, haya aún alguna persona de "izquierdas de toda la vida" que desee despojarse SIN PEREZA de sus clichés y se decida de una vez a pensar, razonar y valorar por sí mismo y no dejar que el "Comiterm político" piense por él.



Entrevista a Cristina Losada

domingo, 23 de noviembre de 2008

MEMORIA HISTÓRICA II

Se comienza quemando libros y se termina quemando a los autores de esos libros. Es una práctica sabida, nada nueva. Es la práctica habitual, de manual, de los nazis, de los bolcheviques, de los extremistas, de los que se les llena la boca dando lecciones de democracia, de defensa de los derechos humanos, de defensa de la libertad.

Digo ésto porque en la persona de Cristina Almeida, político de extrema izquierda, político del Partido Comunista de España, trasvasada mas tarde al PSOE, han salido esas típicas frases de la izquierda mas radical, de esa izquierda de los años 34, de la izquierda que dio lugar y originó el enfrentamiento entre españoles en la Gerra Civil.

Y este personaje, revistido de palabras muy humanoides- que no humanas- se ha destapado como lo que es, como lo que son todos esa izquierda tradicional, esa izquierda que con cientos de millones de asesinados a lo ancho y largo del mundo, aún no ha pedido perdón por su historia sangrienta, no han realizado jamás ningún análisis crítico y por el contrario, se alzan desde la sangre de sus asesinados, señalando con el dedo a aquellos que no piensan en su línea: pensamiento único.

Pero es que Cristina Almeida además, miente. Ella mejor que muchos españoles sabe de primera mano la realidad de lo que fue el Frente Popular. Lo sabe por su padre, por su tío, por su familia mas cercana, los cuales sufrieron en propias carnes el odio cainita de las gentes del Frente Popular. Ella, menos que nadie, puede mantener que la República fue un oasis de democracia. Ella, menos que nadie, puede mantener que la República no fue la causante de la Guerra Civil. Ella, menos que nadie, puede decir que fue una guerra de fascistas contra demócratas. Ella sabe directamente, por su padre, por su tío, por su familia, que la guerra se produjo cuando la República terminó con la democracia al impulsar el PSOE y partidos frente populistas, el golpe de Estado contra el Gobierno Central en el año 34. Tras aquello, todo vino rodado, vino solo.

Os dejo un texto del padre de Cristina Almeida publicado en "Hoy" del asalto por milicianos frente populistas, de la cárcel de Badajoz. Y luego que Cristina Almeida nos venga contando mentiras sobre la República, sobre el Frente Popular. Al mentir, está llamando mentiroso a su propio padre, a su propio tio, a su familia que vivió y sufrió en propias carnes el odio de la izquierda de siempre.

"El padre de Almeida relató en "Hoy" el asalto a la cárcel de Badajoz en 1936
En Badajoz ocurrió un suceso que de haber tenido éxito hubiera quedado registrado en las páginas más negras de nuestra Historia.


L D (
Pedro de Tena) Fue el intento de asalto a la cárcel donde estaban ingresadas más de doscientas personas detenidas en virtud de la proclamación del Estado de Alarma dictado por el gobernador civil Miguel Granados. En la noche del día 5 de agosto varios cientos de milicianos armados se dirigieron a la cárcel, situada en el antiguo Palacio de Godoy e intentaron acceder a su interior para asesinar a los prisioneros.
Afortunadamente su director Miguel Pérez Blasco, ordenó cerrar las puertas del centro y organizó la defensa en la que colaboraron algunos prisioneros de confianza y la guardia que prestaba servicio de seguridad, con lo que finalmente, debido a la resistencia encontrada y la afortunada llegada de una sección de Asalto que los puso en fuga, se pudo evitar una masacre.
En el interior de la cárcel se encontraba preso Manuel Almeida Segura, padre de la que fue diputada comunista doña Cristina Almeida, que como se ha dicho, estaba detenido y que poco después se alistó en la Legión incorporándose en la Columna de la Vida, llamada también Columna Madrid, colaborando como corresponsal de guerra del Diario HOY. En ese periódico el propio padre de Almeida escribió una crónica que narra cómo se vivió dentro de la prisión este ataque: “El día 5 de este mes, aproximadamente a las nueve de la noche, cuando empezábamos a cenar, sonaron los primeros tiros. No sabíamos de qué se trataba. Nos alarmamos al principio y enseguida se corrió la voz: “Quieren asaltar la cárcel” “Quieren asesinarnos a todos”. Efectivamente, así era. Cerca de 500 milicianos, mejor sería llamarles asesinos, decidieron acabar criminalmente con los indefensos hombres que allí estábamos. Iniciaron su ataque con todo brío, haciendo enorme cantidad de disparos y se valieron, para poder conseguir sus objetivos, de toda clase de bajezas, hasta el punto de acercar a la puerta de la prisión una ambulancia de la Cruz Roja, pidiendo que se abriera la puerta para recoger a un Oficial de Prisiones que había sido herido. El momento fue de extrema gravedad. Se llegó a pensar en sacar al herido, pero pronto se descubrió la estratagema, porque desde la supuesta ambulancia partió gran cantidad de disparos.La defensa que desde la cárcel se hizo fue verdaderamente heroica y de ella merece párrafo aparte “nuestro director”, el Jefe de la prisión don Miguel Arias que personalmente y con gran eficacia cooperó a la defensa de nuestras vidas, haciendo más de doscientos disparos. Más de dos horas duró el tiroteo y durante todo este tiempo no dejó de funcionar el teléfono, pidiendo al entonces gobernador civil el envío de fuerzas que vinieran a auxiliar a los defensores, que veían cómo se iban agotando las municiones. Con el director cooperaron, entre otros detenidos, don Alfonso García Larrubia, Cortés y David (de éstos no conozco sus nombres completos) que expusieron valientemente sus vidas para salvar las de los demás detenidos."

Bien, ahí tenéis el testimonio de primera mano del padre de Cristina Almeida, ahí tenéis como se relata el intento de asesinato de hombres indefensos encarcelados. Ahí se os deja un testimonio de cómo eran y son los "quema libros", esa izquierda que enarbola sin que se la caiga la cara de vergüenza, la bandera del pacifismo, de la democracia, de la justicia, de la libertad.

Como os dije en el primer capítulo de este apartado, deseo que las palabras vayan acompañadas de imágenes. La imágenes, los vídeos no mienten. Ahí tenéis de nuevo otra muestra de lo que fue el PSOE en la República, junto a Partidos radicales de extrema izquierda. Ahí os dejo para que lo valoréis, lo que fueron las milicias del Frente Popular.
Continuaré con el vídeo donde Cristina Alameida- la quema libros- donde dice que le gustaria quemar libros de historiadores- como César Vidal- que han demostrado y demuestran las falacias y las mentiras de la izquierda al hablar de la República y de la Guerra Civil.
Para terminar, os dejo un vídeo donde César Vidal- el "quemado" por la izquierda representada en la persona de Cristina Almeida- contesta a esta político del PSOE actual.



Esta es la izquierda: pensamiento único y para empezar, a quemar libros. Luego....


Y ahora la contestación a Cristina Almeida del "quemado", la contestación del historiador Cesar Vidal

sábado, 22 de noviembre de 2008

MEMORIA HISTÓRICA I

Con este nuevo apartado que presento hoy, pretendo no dar la espalda ni ir contra la suicida moda impuesta por el Presidente Zapatero, de dar cuerda al reloj hacia atrás con la llamada Ley de Memoria história y volver a uno de nuestros peores pasados: la Guerra Civil española.

En el lugar de Zapatero, jamás hubiera sido tan insensata, tan suicida,tan sectaria como para dar cuerda al reloj y situar a la sociedad actual en la época de sus abuelos para, como una caja de Pandora, sacar de sus tumbas a los muertos y cons sus huesos empleados como armas,volvernos a enfrentar unos contra otros.

Pero gracias a Dios no soy Zapatero ni Zapatera. Lo que sí soy es una ciudadana combativa en defensa de la verdad, enfrentada al sectarismo y a la demagogia. Así pues, no voy a decir eso que suele decirse por casi todos los votantes del PP:"Mejor dejar el pasado y no removerlo". Es absurda esa afirmación porque el pasado ya está removido y con las peores manos: la radicalidad.
Así pues frente a la radicalidad, la razón. Frente a la demagogia, la documentación, frente al revanchismo, información.
No, ahora soy yo quien no quiere volver la cabeza y dejar hacer como si el avispero no se hubiera removido. El avispero está revuelto y frente a él, voy a estar. Para información de gentes que me visiten y no sepan todo o lo que saben, lo sepan de forma sesgada. Para dar campo a la inteligencia individual de cada uno y ante cosas que oiga de gentes con los cuales no ha estado de acuerdo, al menos tenga un punto de vista razonado y se interese en comprar libros de la época, leer documentación y dejar de ser- como ahora son- muñecos maleables en manos de gentes interesadas tan solo en ellos mismos, en sus sillones de poder y poder utilizar la desinformación, como primera fila de enfrentamientos, de los cuales ellos, tan solamente ellos, sacarán provecho.

Este apartado intentaré que sea a base de vídeos. Comienzo con uno con imágenes de la época, del año 34. Y continúo con otro actual, con debates en libertad y como protagonistas, historiadores de reconocido prestigio.

Os animo a verlos. Nunca debe olvidarse que la mejor arma del poder demagógico es la desinformación. La cultura, la información, es lo que hace al ciudadano, ciudadano libre y como tal, exigente para sus gobernantes y absolutamente independiente para poder ser manejado como un muñeco cualquiera.